jueves, 10 de febrero de 2011

Y los fracasos…

La semana pasada fui a ver la nombradísima película Black Swan, mas por morbo que por ganas, tenía que ver porque la gente habla tanto de ella y me pareció una película buena, pero no me gusto nada, no la critico, solo no la volvería a ver. Me parece bien merecida la nominación al Oscar que le dan a Natalie Portman ya que no parece tarea fácil estar absolutamente toda la película con la misma cara de compungida y amargada.

Lo único que me provoco la película fue recordar cuando era pequeña y mi tío quien era un reconocido crítico de danza se esmeraba para que mi hermana y yo fuéramos bailarinas. Yo comencé a tomar clases, porque creo que el sueño de toda niña pequeña es aprender ballet y aunque me gusta mucho el baile soy particularmente mala en ballet, aun así “neceando” como siempre, tome clases de ballet; fue de verdad horrible, mi maestra, una señora ya mayor muy malhumorada que todo quería resolver a “zapes”, para empezar me decía “Gaby” y se la pasaba gritando toda la clase diciendo ---Gabriela eso está mal hecho (seguido por un zape). La verdad es que nunca le dije que no me llamaba Gabriela por miedo ¿Qué tal que me agarra a zapes por contradecirla?. Así fue como desistí a mis clases de ballet y decidí entrar a jazz, porque según yo era una clase que no necesitaba de tanta técnica (tan tonta). Para empezar el profesor ya ni siquiera me decía Gaby, este me decía “tullida” y si se le ocurría ponerme a dar vueltas ya no solo era tullida, era una piñata girando en medio del salón, chocando con todo, era tan mala en jazz que mi mama, mi hermana y unas amigas iban cada que me tocaba clase para sentarse en la banquita que daba al salón y reírse de mí, diciéndome – perdón, es que eres muy chistosa ¿estoy mal o no tengo una buena madre?.

Lo intente todo, salsa, hip-hop, danza contemporánea y cuando estaba a punto de rendirme apareció la única cosa para la que tengo gracia: la danza árabe, nunca baile profesionalmente pero al menos la maestra me llamaba por mi nombre y de cuando en cuando me decía que lo hacía bien con un golpecito en el hombro… y nada ahí me quede.

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