martes, 4 de enero de 2011

Y los castigos de primaria...

Todos pasamos alguna vez por la primaria, algunos con más dificultad que otros (como yo) y no lo digo por aquello de estudiar, si no por todo lo que hay que aguantar; todos los malos tratos. Por ejemplo yo iba a una escuela de monjas que además era de puras niñas, así que fui participe de las bromas, de muchas bromas y muchos castigos, como el famoso “córtalas” que era una forma de notificarle a la otra persona que ya no querías ser parte de su vida amistosa, esto suena ridículo y es inmaduro pero la gente lo sigue haciendo solo que sin notificación; resulta que dejarle de hablar a la gente con la que convives nunca ha dejado de ser popular. Ya no se dicen córtalas, pero sin más, dejan de hablarte. Me parece la forma más inmadura de decirle al mundo que estás enojado. Se supone que ya pasamos de la primaria y que en muchos años aprendimos a comunicarnos y expresar las cosas que nos molestan.
En mi casa se acostumbra muchísimo eso, mis papás no se hablan desde hace tres meses y mi papa no me habla tampoco y a todos en la familia nos parece normal, si alguien  se preguntaba porque soy berrinchuda y dramática la culpa la tienen ellos. 

Los seres humanos presumimos toda nuestra vida de tomar día a día decisiones más sabias y maduras,  pero parece que la reacción a los problemas es peor conforme crecemos. Ayer en el súper, una señora como de 45 estaba peleando con su marido por sacar un litro de leche del carrito y le decía: ----- un litro de leche no te hace más pobre, ayer que fuimos a Wallmart yo pague todo. El punto es que el señor termino pidiendo disculpas y regresando la leche al carrito (para mí ahí podía terminar la bronca), la señora le dijo ---- no, ni la traigas yo no me voy a tomar ese litro de leche y se va a echar a perder. ¿Por qué hace eso? ¿qué gana? Si el pobre ya volvió a meter la estúpida leche ¿Cuál es el conflicto ahora?

Lo que hago yo es aceptar mi error con una ofrenda de paz, un abrazo, un dulce, lo que sea, si eso no funciona por lo menos sé que las cosas no quedaron en mí… y nada, ahí me quedé.

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